LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES
Desde el Reino
Antiguo existe una distinción bien definida entre las ocupaciones de los
hombres y de las mujeres, separación que queda clara en la estructura estatal:
el Estado está administrado por una burocracia de funcionarios varones que
conforman la élite. Este grupo de funcionarios varones formaba a sus hijos como
escribas para que siguiesen sus pasos y pudiesen tener éxito. No tenemos
ninguna evidencia de que las niñas acompañasen a sus hermanos a la escuela y
probablemente no lo hacían, puesto que ya que las mujeres no podían ser
funcionarias ni formar parte de la burocracia, no necesitaban saber leer y
escribir. Por ello podemos entender que la mayoría de los padres considerase
innecesario el gasto que se habría requerido para educar a sus hijas en la
escuela, ya que debemos de tener en cuenta que la educación era un privilegio
al alcance de unos pocos. No obstante, esto no quiere decir que las mujeres
nunca fuesen educadas en la palabra escrita, pues no conocemos ningún documento
en el que se refleje que la sociedad se oponía a la educación de las mujeres.
Es más, está fuera de toda duda que al menos algunas hijas del rey recibían
educación y ser el tutor privado de una princesa real era un gran honor. Por
otro lado, poseemos unos ostraca[1]
procedentes de Deir el-Medina[2]
que sugieren que algunas amas de casa sabían leer y escribir. Estos ostraca contienen pequeños textos que
parecen ser notas tomadas como recordatorio y tratan asuntos femeninos
triviales: entre ellos encontramos listas de lavandería o consejos sobre la
confección de la ropa, por lo que no son el tipo de textos para los que se
emplearía a un escriba, pues esto suponía un coste. No debemos deducir de esto,
no obstante, que la mayoría de las amas de casa estaban educadas, sino que es
más lógico pensar que en Deir el-Medina, comunidad con un alto porcentaje de
dibujantes, albañiles y artistas educados que vivían con sus familias, el
número de mujeres que sabían leer y escribir era mucho mayor que en las zonas
agrícolas, donde los campesinos no necesitaban estas habilidades.
Imagen 1. Ostracon con el cuento de Sinuhé. Fotografía de la autora.
Ashmolean Museum. Oxford.
Fuera del mundo funcionarial, por
tanto, se podría alfabetizar a las hijas de las familias letradas y los
conocimientos podrían transmitirse por línea materna si las madres
alfabetizadas enseñaban sus conocimientos a sus hijas. En las familias de clase
alta, las mujeres podrían haber sido capaces de intercambiarse cartas, dirigir
la casa, llevar las cuentas de la economía doméstica y leer y copiar textos
literarios.
A pesar de todo,
muy pocas de las mujeres privilegiadas que sabían leer y escribir podían
progresar por la vía formal en el aprendizaje de una carrera profesional, lo
que no quiere decir que estuviese prohibido que las mujeres ocupasen puestos de
gran influencia, pues tenemos constancia de alguna mujer que ha ocupado puestos
elevados. Lo que ocurría es que las mujeres se casaban y comenzaban con sus
responsabilidades domésticas muy pronto, a la misma edad en la que los chicos
empezaban su aprendizaje y entrenamiento para ingresar en la burocracia[3].
La palabra sheset podría ser un testimonio a favor
de la capacidad de leer y escribir de las mujeres. Este término es la forma
femenina del título masculino shes,
que significa “escriba”, usado a veces en el Reino Medio, aunque no aparece
documentado ni en el Reino Antiguo ni en el Reino Nuevo. Algunos estudiosos
consideran que debe traducirse como la forma abreviada del título femenino
“pintora de su boca” o “maquilladora”, interpretación que estaría reforzada por
el hecho de que este término aparece junto a otro que significa peluquera. Pero
tenemos un par de testimonios que avalarían la teoría del uso de seshet como equivalente femenino de sesh: En primer lugar, Idwy, una seshet
del Reino Medio tenía un escarabeo[4],
lo que indica cierto prestigio y «es difícil creer que semejante objeto hubiese
pertenecido a una maquilladora, que debía pertenecer a un estrato social bajo[5]». En
segundo lugar, en la Baja Época (525 – 332 a.C.), una mujer que estaba al
servicio de la Divina Adoratriz y Esposa del Dios en Tebas recibe el título de sesh-sehemet, “escriba femenino”.
Sea cual
sea el significado del término seshet,
es interesante el contraste existente entre su uso y el de la forma masculina sesh, que es uno de los títulos
masculinos básicos a lo largo de toda la Historia egipcia y aparece
constantemente en los monumentos. También es importante reseñar que en el arte
egipcio podemos encontrar incontables escenas de escribas trabajando, pero no
tenemos ni una sola representación de una mujer escriba desempeñando su función.
De hecho, sólo tenemos constancia de la representación de una mujer con útiles
de escriba en la mano: la diosa Seshat diosa de la escritura, que podemos ver a la
izquierda[6].
Aunque las seshet fueran realmente escribas femeninas, no podemos demostrar
que participasen de la burocracia estatal con la documentación de la que
disponemos, sino que parece más bien que su lugar estaba en las grandes casas
privadas o reales, ya que hay una estela privada en la que dos seshet aparecen representadas entre los
funcionarios de la casa. Otra aparece en dos ocasiones en la cámara funeraria
de Aasit, una mujer de la corte, en su tumba de Deir el-Bahri.
Debemos concluir, por tanto, que la
«existencia en ciertos períodos de unas pocas mujeres a las que se llama seshet no destruye la distinción sexual
básica presente en la clase dirigente entre los hombres que eran escribas y
podían ocupar cargos gubernamentales y mujeres que en general no eran escribas
ni optaban a semejantes puestos».[7]
Las mujeres egipcias quedaban, una vez más, relegadas al ámbito doméstico.
PARA SABER MÁS
- TYLDESLEY, Joyce (1994): Daughters of Isis. Women of Ancient Egypt. Penguin Books. Londres. (También existe una versión en castellano disponible: Hijas de Isis. Las mujeres en el Antiguo Egipto. La versión inglesa es más fácil de encontrar.)
- ROBINS, Gay (1993): Las mujeres en el Antiguo Egipto. Editorial Akal. Madrid. 1996.
- NOBLECOURT, Christiane D. (1999): La mujer en tiempo de los faraones. Editorial Complutense. Madrid.
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[1]
Fragmento de caliza usado para practicar la escritura. (Imagen 1)
[2]
Barrio de artesanos, artistas y constructores del Reino Nuevo (1540 – 1070
a.C.)
[3]
TYLDESLEY, 1994:121.
[4]
Amuleto en forma de escarabajo relacionado con el culto solar. Es un símbolo de
prestigio porque solían estar hechos con materiales preciosos e incluían una
inscripción jeroglífica.
[5]
ROBINS, 1993:121.
[6] La
diosa Seshat. Fuente: https://c2.staticflickr.com/2/1190/3267558724_6c61412351_b.jpg
[7]
ROBINS, 1993:121.
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