miércoles, 26 de abril de 2017

Cuentos sobre mi periplo andaluz: Granada (Parte II)

Granada era nuestra siguiente parada. Esa tarde el sol se despedía de nosotros mientras recorríamos una autovía que serpenteaba hasta la otrora capital del reino nazarí. Otro amigo —Migué— nos esperaba para hacernos una breve visita nocturna por la ciudad después de recibirnos y llevarnos de cañas. Paseamos por la avenida del Gran Capitán, dedicada a Gonzalo Fernández de Córdoba, militar y estratega al servicio de los Reyes Católicos; por la catedral, la Alcaicería o el antiguo gran bazar, el cual me recordó vagamente al de Estambul; la calle Elvira (nombre que recibió la ciudad poblada por fenicios, griegos y cartagineses y que se ubicaba aproximadamente donde la actual Granada) y la carrera del Darro para observar desde nuestra posición las soberbias fortalezas de la alcazaba de la Alhambra. No obstante, la noche envejecía y al día siguiente nuestro anfitrión tenía asuntos que atender, así que regresamos a la Malahá, su pueblo, a descansar.

La Alhambra de noche vista desde la carrera del Darro (fotografía propia)

La mañana era luminosa en aquella pequeña población, donde nuestro anfitrión nos ofreció un copioso desayuno acompañado con galletas pegadas que había hecho su madre, muy típico de la zona. Buenísimo. Tras la siempre incómoda despedida, cada uno tomó su camino. Nosotros llegamos a Granada y aparcamos la furgoneta, que desde entonces se convertiría en nuestro hotel, provista de todo aquello que pudiéramos necesitar: un colchón, un fogón portátil, unas sillas, una mesa y todo lo necesario para cocinar platos sencillos. Esa mañana descubrimos una ciudad totalmente distinta. Frente al lugar escasamente iluminado desierto de la noche anterior, descubrimos unas calles luminosas y llenas de vida. Llegamos casi sin saber cómo a la céntrica plaza Bib-Rambla, donde nos dimos la bienvenida con unas cañas que la camarera acompañó con unas tapitas de jamón ibérico. Hermosa costumbre ésta, a ver si la importamos en Castellón.

Portada de la Catedral de Granada (Fuente: http://www.informativos.net/public/images/2011/0809_granada/IMG_6314.JPG)
El sol confería a la catedral un aspecto mucho más amable del que recordaba de la noche anterior. Respecto a la alcaicería, como ya se ha dicho es el antiguo Gran Bazar, que sobrevivió hasta que en 1843 fue arrasado por un gran incendio. Lo que vemos actualmente es sólo una pequeña parte de la extensión original y está dedicado a la artesanía local. En él se pueden adquirir belenes o miniaturas.

La alcaicería (Fuente: http://www.portalviajar.com/wp-content/uploads/granada-178-alcaiceria.jpg)
Después de la hora de la comida y habiendo vencido el subconsciente que me decía duerme la siesta, anda, que sólo serán veinte minutitos, nos dirigimos a la capilla real, localizada detrás de la catedral. El edificio fue proyectado por Enrique Egas y levantado entre 1506 y 1521 para el descanso eterno de los Reyes Católicos, además de Juana la Loca, Felipe el Hermoso y el príncipe Miguel de Paz, nieto de Isabel y Fernando. La entrada se realiza a través de una lonja de estilo plateresco que abre paso a un templo gótico en el que los emblemas de sus reales inquilinos son omnipresentes. Al traspasar una reja gótica, obra de Bartolomé de Jaén, se accede a los sepulcros reales —el de los Reyes Católicos a la derecha y el de Juana y Felipe a la izquierda— que se encuentran bajo el crucero. Al fondo, el retablo mayor, de Felipe Vigarny, representa numerosas escenas bíblicas en combinación con pasajes de la vida de los monarcas con una clara intención propagandística al asociar los relatos sagrados y las vidas de Isabel y Fernando. Para acabar, la sacristía se ha convertido en un museo en el que se exhiben numerosos objetos personales de los reyes. Mi impresión fue que la capilla real es un lugar que transmite solemnidad. Silencioso a pesar del volumen de visitas. Fue una verdadera lástima que no estuviese permitido fotografiar absolutamente nada, aunque puedes comprarlas en la tienda que has de cruzar para salir (no hay nada dejado al azar).

Interior de la capilla real de Granada. Se puede observar la reja, los sepulcros y el retablo al fondo (Fuente: http://www.fotomusica.net/provincias03_granada/P5220015.JPG)
A pesar de que nuestras entradas para la Alhambra eran para el día siguiente, decidimos ir allí subiendo por la cuesta de Gomérez. Esta calle es famosa por ser la sede de numerosos artesanos fabricantes de guitarras clásicas. Esta calle nos llevó a la puerta de la Justicia, que indica que nos adentramos en la fortaleza. Cerca de ésta se encuentra una estatua erigida a la memoria de Washington Irving a quien debemos sus Cuentos de la Alhambra. Acababa de descubrirle y ya había despertado mi curiosidad. Este estadounidense llegó a Granada durante la primavera de 1829 y se alojó en la Alhambra, habitada por aquel entonces. Esta estancia le inspiró para escribir sus famosos cuentos, a medio camino entre la historia y la leyenda y que publicó en 1832.

Estatua dedicada a Washinton Irving en la Alhambra (Fuente: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/46/Estatua_de_Washington_Irving%2C_Hijo_de_La_Alhambra._La_Alhambra._Granada..JPG)
Dimos un paseo por la zona gratuita de la Alhambra. Pasamos bajo el arco de la Puerta del Vino y llegamos al palacio Carlos V, obra de Pedro Machuca, pintor de la escuela de Rafael y que en 1526 recibió el encargo del emperador. Su proyecto supuso la primera puesta en práctica de un modelo italiano en suelo español y consistía en un palacio de planta cuadrada a doble altura con un patio circular porticado en el centro. A la muerte del arquitecto el encargado de continuar con su construcción fue su hijo Luís. No obstante, los moriscos granadinos se sublevaron negándose a seguir pagando el impuesto con el que se sufragaba la construcción del palacio, cosa que ocasionó la paralización definitiva de las obras. A pesar de la importancia artística del edificio, Irving lo describe de la siguiente manera: «Frente a esta explanada se levanta el magnífico palacio comenzado por Carlos V y destinado, según dicen, a eclipsar la morada de los monarcas árabes. […] Con toda su imponente grandeza y mérito arquitectónico, miramos al palacio de Carlos V como un arrogante intruso […]».Yo no sé si la intención de Carlos V fue eclipsar los palacios nazaríes, lo que sí consiguió fue legar un exquisito edificio. En lo que sí coincido con Irving es en que, a pesar de su majestuosidad, su presencia crea un enorme contraste respecto al resto del conjunto. Sin embargo, sería injusto no reconocer su importancia dentro del  Renacimiento español, ya que éste es el único palacio de este estilo en nuestro país.

Interior del palacio de Carlos V (Fuente: https://albumfotos.es/galeria-imagenes/uploads/fotos/thumbs/interior-palacio-carlos-v-granada__DSC6158_1200px.jpg)
Aun con todo el cansancio de un día sin parar de caminar nos fuimos a un espectáculo flamenco, ¿qué sería de una visita a tierras andaluzas sin hacerle un hueco a la música flamenca? (¡Toma estereotipo gratuito!). La oportunidad de disfrutar de algo diferente en el lugar apropiado hay que aprovecharla. El sitio, Le Chien Andalou, estaba ubicado a orillas del Darro y era un sótano en cuyo fondo había un pequeño escenario en el que los músicos cabían a duras penas. El trío, un guitarrista, un cantaor y una bailaora, ofreció un espectáculo diferente —teniendo en cuenta el ambiente por el que suelo moverme— para el cual llevamos de casa la mejor de las predisposiciones. El público estaba lleno de turistas que lo aplaudían todo, aunque hay que decir que en todo momento aquellos aplausos eran merecidos. Aquellos acordes disonantes, los punteados y el cante jondo me atrapaban y me transportaban a un universo inexplorado por mi experiencia. Aprendí que quien no se atreve con algo diferente, acaba por no ver más allá de su nariz.

El Albaicín visto desde la Alhambra (fotografía propia)
A la mañana siguiente tuvimos que salir de la furgoneta antes de que se convirtiese en un enorme microondas (Andalucía a principios de septiembre... no digo más). Paseamos por las blancas, estrechas y laberínticas calles del Albaicín, el antiguo barrio árabe patrimonio de la humanidad por la UNESCO desde 1994. Después nos dejamos caer por el Sacromonte, un barrio compuesto por cuevas excavadas en grutas naturales las cuales son la vivienda habitual (1). Allí una gitana nos llevó a una de tantas cuevas para timarnos (reconozco que lo consiguió), y desde el mirador de San Nicolás pudimos contemplar cuál sería nuestra siguiente parada: La Alhambra.

La Alhambra desde el mirador de San Nicolás (fotografía Propia)



(1) Os reproduzco la leyenda que venía recogida en uno de los panfletos turísticos, ya que me parece muy interesante:«Tras la caída del Reino Nazarí fueron muchos los nobles árabes que emprendieron el camino del exilio hacia tierras africanas. Temerosos de que les robaran sus fortunas escondieron grandes tesoros en este Monte de Valparaíso. Sus esclavos de raza negra eran conocedores de las incursiones de sus amos a la  montaña sagrada y decidieron, tras ser liberados, recuperar estos tesoros. Excavaron y excavaron en las laderas de este barranco sin éxito y, extenuados por el esfuerzo se cobijaron en estos huecos que más tarde acondicionaron y convirtieron en sus hogares.»

Para saber más

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